Seguramente has oído hablar del sexo virtual o cibersexo, pero a lo mejor no sabes que significa esta palabra. Pues es “Forma de sexo virtual entre al menos dos personas se conectan a en remoto por medio de una una red informática para enviarse mensajes de contenido sexual, fotos, vídeos grabados o emisión en directo de su webcam.
El receptor del mensaje responderá al estímulo (mensaje) de igual forma que si lo estuviera sosteniendo de forma presencial”.
Es una forma cada vez más extendida, bien por distancia de los partícipes o bien por hacer diferente la relación en un momento determinado”.
Esta práctica de sexo alternativo nutre y alimenta las relaciones convencionales entre parejas, además de ser alternativas interesantes para aquellas situaciones de distanciamiento.
Por otra parte, es un método alternativo y de ayuda en algunas personas con enfermedades crónicas, infecciosas, incapacitantes o con movilidad reducida.
Las ventajas son obvias y los detractores hablan de adicción, de infidelidad encubierta y cosas peores.
El sexo virtual o cibersexo nació con la primera generación de Internet, aquella en la que los modems de 56k renqueaban haciendo ruidos extraños y la conexión se cortaba si alguien llamaba por teléfono a la misma línea. Ese internet, arcaico todavía, no permitía un flujo rápido de archivos pesados, no se había inventado el streaming ni el p2p. ¿Que hacía la gente?
La gente escribía y mandaba fotos. Eso era todo. Aún así las salas de chat con más personas conectadas eran siempre las de sexo. La cuestión era hablar, simular, ponerse cachondo.
Poco a poco y con la introducción de mejoras en la web, como más velocidad y el abaratamiento de precios de las compañías proveedoras del servicio, la cosa fue cambiando.
La revolución llegó de la mano de las webcams. El sexo virtual o cibersexo había pasado a otro nivel: la gente podía verse en tiempo real, con lo que las posibilidades se multiplicaban.
En este momento el sexo virtual o cibersexo sigue en expansión y hay todo un sector económico dedicado a una variante: las webcams de pago, donde (generalmente) mujeres de todo tipo venden sus servicios cibernéticos. Puede ser desde un streaptease hasta una masturbación, pasando por una sesión lésbica con alguna acompañante. El punto en común es que el cliente siempre está lejos, comandando la sesión a distancia.
Es, además, una herramienta muy útil si, por ejemplo,acabas de romper con tu pareja.
Asegúrate de tener el antivirus actualizado, de no tener ningún troyano en tu ordenador y de que la red desde la que estás conectado es segura: no querrás que un tercero vea como lo haces con tu novia, ¿A que no? Hay personas capaces de tomar el control de tu webcam. Toma precauciones. En este sentido es muy importante también confiar plenamente en la otra persona y no practicar sexo virtual o cibersexo a la media hora de conocer a alguien. Esto es una temeridad que podría acabar en ciberacoso.
Escribe mucho. Aunque parezca un contrasentido escribir, al principio te quitará ese sentimiento de vergüenza que experimentan los primerizos. Escribe todo lo que le harías. O mejor, cuéntale tus fantasías sexuales, sobre todo si incluyen a tu interlocutor. Más tarde podréis deciros las cosas hablando, pero es más fácil poco a poco. Lo dicho. Escribe muchas guarradas.
La realidad es que, aunque la mayoría de la gente prefiere el sexo presencial, cada vez más gente se anima a pasarlo bien sexualmente con alguien que está lejos. Todos tienen un motivo que les anima a hacerlo. ¿Cual es el tuyo?